marzo 5, 2020 Después de haber estado en el ojo de la polémica por la foto que publicó la muy famosa cantante e influencer argentina Jimena Barón, la referente sindical de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) aseguró: «del lugar de víctimas salimos hace tiempo”.
El debate sobre el trabajo sexual no es novedad en el movimiento feminista. En este caso, la discusión se hizo pública a raíz de la curiosa estrategia publicitaria de la artista pop e influencer Jimena Barón, a tal punto que algunos medios titulaban “Jimena Barón hizo publicidad con afiches sobre las trabajadoras sexuales y dividió al feminismo”. La cantante llevó adelante una polémica campaña publicitaria para promover su nuevo disco, la cual consistió en colocar afiches con una imagen y un número de teléfono: Un guiño a los viejos “papelitos” que ofertaban servicios sexuales, los cuales fueron prohibidos por decreto en la Ciudad de Buenos Aires años atrás.
Días después del lanzamiento de esta campaña publicitaria, Barón sube una foto a Instagram en compañía de Georgina Orellano. Muchos se preguntaban quién era, otros la citaban como la representante de las putas, la señalaban como culpable de crímenes de trata de blancas, la acusaban de proxeneta. Georgina Orellano, presidenta de AMMAR, había quedado en el centro de la escena mediática como la referente las trabajadoras sexuales. Pasado el frenesí de esos días, Georgina se sube al ring y conversa con Es De Politólogos. “Para poder combatir esta idea de la victimización a la que nos reducen, nuestra arma principal es la palabra”, afirma.
Celeste Copetti: Georgina, contanos un poco sobre vos: ¿Cómo fue que te iniciaste en el trabajo sexual?
Georgina Orellano: Yo comencé a ejercer el trabajo sexual a mis diecinueve años. Hoy tengo treinta y tres. Había terminado hace muy pocos meses el colegio secundario. Armé un currículum, comencé a buscar trabajo en el parque industrial de la zona en la cual he nacido y me he criado, y en la cual trabajan la mayor cantidad de mis hermanos, ya que somos una familia muy numerosa. La verdad, las opciones laborales que tenía a mi alcance en ese momento y que sigo teniendo hasta el día de hoy, son opciones muy precarias, trabajos muy mal pagos que no me daban en su momento la oportunidad de, por lo menos, iniciar el CBC en la facultad. Eran horarios rotativos de doce horas, con un salario muy precario y con contratos tercerizados. Comencé a buscar un trabajo que me diera un poco más de autonomía. Fui niñera, empleada doméstica, hasta que se presentó en mí la opción de ejercer el trabajo sexual.
Comencé probando, para ver si me sentía cómoda, si era para mí y, la verdad, comencé a desestigmatizar un montón de situaciones que pensaba que las trabajadoras sexuales vivían, y también comencé a padecer otras que desconocía: la violencia institucional, por ejemplo: el pago de coimas, saber que no puedo hacer aportes jubilatorios, que no tengo obra social, habérselo ocultado a mi familia durante ocho años y luego haber tenido las herramientas suficientes que me brindó el sindicato para poder sentarme y contarle a mi entorno familiar, a mi hijo, a qué me dedicaba.
CC: Si siguiéramos la línea del relato abolicionista, tendríamos que pensar a la prostitución como algo traumático: ¿Qué pensás de esta idea?
GO: Yo creo que lo traumático son las condiciones en las que nosotras tenemos que ejercer el trabajo sexual: son los marcos de ilegalidad, la vigencia de los códigos contravencionales, es el estigma de la discriminación, es el juicio social que hay hacia nosotras por parte de una sociedad machista y patriarcal. Nosotras no creemos, desde nuestra experiencia sindical, que la respuesta del Estado tenga que ser abolir. De hecho, el Estado tiene una postura abolicionista desde el año 1949 y, aún así, a las trabajadoras sexuales se las sigue persiguiendo, se las sigue hostigando y se las sigue llevando detenidas en diecisiete provincias. Hay un proceso que comenzó a atravesar nuestro país a partir del 2008 con la implementación de políticas anti-trata a nivel nacional, que terminó criminalizando y prohibiendo un montón de nuestros establecimientos en donde desarrollamos el trabajo sexual y eso no ha ayudado a combatir la trata de personas sino que fomentó la explotación laboral y la clandestinidad. El Estado ya ha adoptado estas posturas y las consecuencias están a la vista. Por eso creemos que el Estado debería sentarse con nosotras para que seamos nosotras las que delineemos las políticas públicas que necesitamos para mejorar nuestra calidad de vida.
CC: ¿Cómo fue tu acercamiento al feminismo?
GO: Mi primer acercamiento al feminismo fue una muy mala experiencia. Fue en el 2010, en el Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos. Mi primer encuentro. En aquel momento se repetía mucho que cuando participás por primera vez del Encuentro,”no volvés a ser la misma”; que el feminismo te salva, te repara, y la verdad que yo me encontré con un feminismo que me violentó, que me cuestionó, que desacreditó los testimonios de las trabajadoras sexuales presentes en los talleres de mujeres en situación de prostitución, que nos negaban la identidad como trabajadora, que trabajaban sobre la cuestión de la culpa y de la vergüenza… Y no volví igual. Volví enojada con el feminismo, volví odiando al feminismo, hasta que comencé a formarme. Con las compañeras comenzamos a tener una formación con perspectiva de género en la organización; comenzamos a ver que el feminismo con el que nosotras nos habíamos topado era un feminismo abolicionista pero que no era el único, que hay muchos feminismos y que, de hecho, se tiene que hablar de «feminismos» con “s” y no de «feminismo». De lo contrario hay un borramiento a un montón de compañeras que predican desde otro lugar, con más sororidad, sin deslegitimar los testimonios de ninguna compañera ni ningune compañere… Y ahí me di cuenta que para poder combatir esta idea de la victimización a la que las reducen, nuestra arma principal es la palabra. Y por eso hay tanta violencia, para que no se escuchen nuestras voces. Cuando vos empezás a escuchar a las trabajadoras sexuales hay una humanización como sujeto político. Cuando la trabajadora sexual sale de esa reducción a víctima y se muestra empoderada (no por el trabajo que ejerce, nosotras en AMMAR coincidimos en que ningún trabajo te empodera, lo que empodera es estar organizada, es estar en alianzas con otras compañeras, es tener un respaldo como organización, compartir experiencias sindicales con otras compañeras que también atraviesan precarización laboral, explotación, malas condiciones, insalubridad) va adquiriendo otra perspectiva de un feminismo, al que le podemos llamar más popular: un feminismo que no se basa tanto en la teoría sino más bien en la realidad, que no vive tanto de las utopías sino que practica un poco la sororidad (es decir, qué hacemos con lo tenemos acá). No planteamos lo que debería hacer el Estado dentro de cien años, porque nuestras vidas se precarizan hoy y necesitamos respuestas. Así, mi experiencia empezó como un camino marcado por el odio al feminismo y después terminé dándome cuenta de que yo también era feminista, que yo también, junto mis compañeras, llevo adelante una tarea feminista dentro del sindicato, pero reconociendo que el feminismo nuestro es un feminismo popular.
CC: ¿A quién podemos leer para entender más sobre la intersección trabajo sexual y feminismo?
GO:Creo que para leer, a grandes líneas y rasgos, siempre se buscan académicas y feministas que han introducido desde la teoría un montón de herramientas para poder pensar y complejizar un poco más la problemática sobre el trabajo sexual y/o prostitución. Lamentablemente, siempre que se intenta leer sobre esta temática hay una mirada colonialista en nuestro feminismo, que busca a las grandes referentes del feminismo de Europa, y nosotras creemos que hay que buscar más en los feminismos latinoamericanos, que hay que leer a las trabajadoras sexuales quienes escriben con sus herramientas a través de las redes sociales, que hay que buscar trabajos que se hayan realizado en articulación con el movimiento de trabajadoras o con aquellas que se reconocen como mujeres en situación de prostitución, y que hay que escucharlas. Nosotras vivimos dando charlas, nos invitan a universidades, unidades básicas, organizaciones sociales, sindicales, feministas, y siempre tenemos la predisposición y la paciencia de contarles quiénes somos, qué es lo que queremos, cuáles son nuestras problemáticas, cuáles son nuestras herramientas que construímos para intentar estar un poco más amparadas, qué rol cumple el sindicato en nuestro trabajo… y vamos más por esa línea: leer y escuchar a las compañeras que hablan en primera persona.
CC: A raíz de tu foto con Jimena Barón se desató una polémica en la que se te acusa, entre otras cosas, de proxeneta. ¿Qué podrías decirnos al respecto?
GO:Con respecto a lo de Jimena Barón y mi acusación como proxeneta… es una acusación y una descalificación a la que estamos acostumbradas todas las trabajadoras sexuales visibles. Toda compañera que se visibiliza como trabajadora sexual, que pone en primera palabra lo que le está sucediendo o que reclama derechos laborales, siempre recibe esta acusación, que tiene un sector del feminismo más punitivo para desacreditar nuestras voces. Nosotras no nos sorprendemos. Nos parece que es algo con lo que convivimos permanentemente en espacios feministas que suelen ser más reducidos. Lo que sucedió en esta ocasión es que hubo un discurso de odio instalado en la televisión abierta. Eso genera un linchamiento, mayor estigma y más violencia simbólica hacia nosotras. Y tuvimos que salir a buscar un intermediario con el Estado para ponerle un freno porque no podemos permitir que se nos siga bastardeando de la manera en que se nos bastardeó públicamente.
CC: ¿Qué herramientas (o por el contrario, trabas) creés que brindan las redes sociales al momento de ejercer el trabajo sexual?
GO:Yo creo que una cosa es lo que sucede en las redes sociales, y otra cosa es lo que sucede en los ámbitos de articulación política. En los ámbitos de articulación política y feministas hay un consenso: tienen que convivir las dos posturas. De hecho, en el pliego de demandas, de cara al 8 de marzo, 3 de junio y 25 de noviembre, que son fechas emblemáticas para el movimiento feminista de nuestro país, se recogen las demandas de ambos sectores: derechos laborales para las trabajadoras sexuales y alternativas laborales para que aquellas personas que quieran dejar la prostitución. Entonces nosotras ahí separamos y sabemos distinguir: una cosa es lo que sucede en las redes sociales (sabemos cómo se manejan las redes sociales) y otra cosa es lo que sucede en la articulación política, que es necesaria para nosotras, para generar un consenso y para poder habitar, levantar la voz, seguir llevando nuestras demandas y seguir generando mayor acompañamiento. Yo creo que en las redes sociales se genera un odio, que por ahí no es abolicionismo, sino que se genera siempre un odio con la construcción que te hacen también los medios de comunicación.
En este sentido, lo que generó en los medios de comunicación, en su gran mayoría, fue un discurso muy pobre, un discurso desde la banalización, al equiparar trata con trabajo sexual, al enfrentarnos con personas que tienen historias que por ahí no son parecidas a las nuestras, que tienen otras posturas pero que tiene que ser respetadas, de la misma manera en la que nosotras también tenemos que ser respetadas… Se jugó a la confrontación, y es algo a lo que nosotras no estamos acostumbradas y no nos vamos a acostumbrar. Nosotras no confrontamos con las compañeras que tienen otra perspectiva. Nosotras confrontamos con el Estado y con la Policía, eso lo tenemos muy en claro.
CC: ¿Qué le dirías a aquell*s que confunden trabajo sexual con trata de blancas?
GO: Primero, lo que le diríamos es que es necesario hacer una distinción entre lo que es trata de personas y lo que es el trabajo sexual, y entender que la trata de personas es un delito que no solamente interfiere en el mercado sexual sino que también está presente lamentablemente también en nuestros mercados laborales, como en el trabajo textil y el trabajo rural, y que el feminismo, o cierto sector del feminismo mejor dicho, no pide abolir el trabajo el trabajo textil o el trabajo rural, sino que acompaña las demandas de esas trabajadoras (registro, obra social, presencia del Estado, presencia del Ministerio de Trabajo para que garantice que los derechos de los trabajadores y trabajadoras no siga siendo vulnerado, políticas públicas de integridad, etc). Lo mismo queremos nosotras, porque sino se pone que porque está el trabajo sexual hay trata de personas. No, la trata de personas en todo caso existe por una complicidad política, judicial y policial. Intentar generar un discurso en el que la culpabilidad es de la existencia del trabajo sexual es quitarle la responsabilidad al verdadero responsable, y dejar de ir a demandar al Estado y demandar a las trabajadoras sexuales (cuando nosotras ya demasiado son las situaciones por las que tenemos que pasar por las cuales nos organizamos, y las demandas que llevamos a cabo). O sea, tenemos que luchar contra el estigma, contra la discriminación, contra la explotación, contra el abuso, contra la violencia institucional, las coimas policiales, el hostigamiento, marcos de ilegalidad, falta de derechos… O sea, me parece que es demasiado exigirle a un sujeto que está criminalizado y precarizado que luche contra la trata cuando en realidad esa lucha la tiene que llevar adelante el Estado y dejar de reducirnos a nosotras a una idea de víctima, porque de ese lugar ya hace mucho tiempo que hemos salido y por eso nos reivindicamos como trabajadoras sexuales
CC: Parece que en el debate sobre el trabajo sexual hay dos posturas enfrentadas: Regulacionismo estatal o abolicionismo: ¿Esto es así o hay matices? ¿Qué otras posturas conocés?
GO: A nivel internacional son muy poquitos los países y estados que han desarrollado y delineado políticas en torno al reconocimiento del trabajo sexual, ya sea implementando modelos regulacionistas o modelos reglamentaristas. El más parecido al que nosotras queremos llevar a cabo y queremos discutir en el congreso nacional es el de Nueva Zelanda, que es muy poco conocido en el ámbito más local, y al cual discursivamente se le invisibiliza, siempre se nombra el modelo alemán, el modelo de Holanda, las vitrinas, y no se nombra el modelo que fue construido por las propias trabajadoras sexuales conjuntamente con el estado, que es un modelo de despenalización del trabajo sexual, y es a lo que desde AMMAR apuntamos llevar adelante desde nuestro país.
CC: ¿Qué posibilidades reales hay de legalizar o despenalizapr la prostitución y a su vez condenar la trata?
GO: Hay que pensarlo de maneras separadas, primero tenemos que ver qué legislaciones tenemos en nuestro país que ya luchan en contra de la trata de personas, y ver qué pasa con ese tipo de legislaciones; si tienen presupuesto, qué tipo de contención, asistencia, asesoramiento se brinda a las personas en situación de explotación, en situación de precarización laboral. La verdad me parece que habría que reformular esta cuestión de pensar que cuando el trabajo sexual se regule, se despenalice va a haber más trata. No, hay leyes hoy mismo en Argentina que se han reformado, que han endurecido las penas, que han sido muy punitivistas, quitando la idea del consentimiento, infantilizando las voces de las trabajadoras sexuales, anulando la idea de la voluntariedad de la persona, y dejando a merced de que decida un fiscal y los jueces si es verdad nuestra palabra, deslegitimando totalmente la autonomía sobre nuestros propios cuerpos, entonces me parece que habría que hacer una revisión qué sucede con las legislaciones que hay ahora, que sucede con el programa nacional de rescate a las víctimas de trata, que por un lado te dice que rescató a 10.000 víctimas de trata, pero por otro lado dice públicamente que solamente un 2% de personas se reconocen como víctimas. Entonces ¿A quién están salvando, no? ¿A quién están quitándole sus fuentes laborales?
CC: Así como vos sos una fuerte figura en defensa del trabajo sexual en Argentina, ¿conocés otr*s activistas, dirigentes y/o figuras que hagan lo mismo en otros países de Latinoamérica?
GO: En América Latina y el Caribe está la ReTraSex, que es la Red de Trabajadoras Sexuales de América Latina y el Caribe, cuya sede está en Argentina y la componen catorce países de la región. Es una red que nació en el año 97 y que está compuesta por organizaciones que luchan al igual que AMMAR por el reconocimiento de derechos laborales.
CC: ¿Creés que estemos avanzando en Latinoamérica hacia una sociedad inclusiva, justa y tolerante con respecto a las mujeres y disidencias sexuales?
GO: Yo creo que sí, que hay un montón de avances con respecto a avanzar en una sociedad inclusiva, justa, tolerante, pero que hay límites que te marca la sociedad, porque la sociedad en la que seguimos viviendo es machista y patriarcal y te va dando derechos pero te va marcando también los límites. En Argentina tenemos matrimonio igualitario, ley de identidad de género, y después nos está costando un montón que se despenalice el aborto, que el aborto sea legal, seguro y gratuito, que se implemente a nivel nacional el cupo laboral travesti-trans, que se le respete a las compañeras travestis-trans la hormonización, las cirugías… O sea, está la ley, pero después hay que hacer todo el trabajo en conjunto para que se pueda cumplir. Y creo que hay que dar una gran batalla cultural, y la batalla cultural se da sacándonos los prejuicios que tenemos. Nosotras desde AMMAR apostamos mucho a la educación sexual integral, porque si hay un límite que nos marcan a nosotras, y es lo que vemos, es el pánico moral y el pánico sexual que genera más bien lo sexual de nuestro trabajo, que el trabajo en sí. Todo se refiere a la sexualidad, cuando el trabajo sexual no únicamente es sexo, sino que son muchas cosas que suceden ahí. Hay un entramado de relaciones sociales que suceden dentro de ese trabajo que no es lo que el común cotidiano de la gente piensa, cree y sostiene. Por eso es la insistencia de AMMAR en seguir sensibilizando, llevando nuestra palabra y nuestras voces a todos los espacios posibles habidos y por haber, pero siempre y cuando haya un respeto en el cual nosotras podamos debatir, intercambiar. Ya cuando se pierde el respeto, y como feministas no nos podemos poner de acuerdo, me parece que termina ganando el patriarcado, y el Estado termina mirando para otro lado.
*Esta entrevista fue posible también, gracias a la transcripción y redacción de Camila Lucía Copetti.
*Extraído de esdepolitologos . com