¡El punk no ha muerto, pero como no se renueve, lo matamos!
Cuando descubrí el punk, de repente, se me quedó corto todo lo demás (aunque suene contradictorio). El punk llega siempre para sembrar una semilla de cuestionamiento o desacuerdo; la provocación (que es a lo que está asociado generalmente) es lo de menos al lado de lo que aporta como persona el hecho de desarrollar tu conciencia política a través de la música.
Muches creen que no es importante posicionarse, pero en un mundo en el que la opresión nos atraviesa de forma holística, politizar los espacios de ocio, sociales o artísticos es la herramienta más poderosa que nos queda para reivindicarnos como personas disidentes. ¡Pero cuidao! Que la línea que separa el «punk kalimotxero» del movimiento punk puede ser muy fina. Existen festivales como el Viña Rock, grupos y estrellas punk como Evaristo Páramos, Non Servium o Boikot, que utilizan discursos subversivos como recurso estético o estrategia de marketing, fagocitando luchas y creando negocio de algo muy serio. Estos son grupos y eventos donde los hombres llevan años apropiándose de un discurso, que si bien en un comienzo fue útil y reivindicativo, ahora ni de lejos suponen ser un ejemplo de lucha.
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